Nota Importante: Este artículo es la tercera y última parte del artículo El último día que ejercí mi profesión. Una serie de escritos donde narro cómo un percance en mi salud me ayudó a ser una escritora autopublicada. Te invito a leer la parte I y II si todavía no lo has hecho.
Allí estábamos mi esposo y yo, sumergidos en nuestra situación familiar. Dialogando en la mesa sobre qué íbamos a hacer para cubrir los gastos económicos del hogar, ahora que ya no podía trabajar.
Y de repente, recordé algo. De alguna manera supe que ésa sería la alternativa que nos ayudaría. Con seguridad le dije:
“Ángel, tienes unos libros de música ya escritos que siempre has querido publicar, y otros libros en planes, pero nunca has hecho algo con ellos. ¿Por qué no los publicas de una vez? Es una buena forma de generar ingreso extra y haces algo que realmente te gusta.”
(Como parte de mi proceso de entender la condición que padecía y encontrar respuestas para ser más independiente en todos los sentidos me había refugiado en los libros electrónicos. Durante mis largas sesiones de lectura me había percatado que Amazon tenía un programa que ayudaba a autores independientes a publicar sus libros.)
Así que le recomendé que investigara sobre ello y ver si era posible publicar sus libros. A él le pareció una buena idea, incluso su rostro de preocupación se esfumó.
La plataforma de Amazon donde los autores independientes pueden publicar sus libros digitales, se llama Kindle Direct Publishing. También nos dimos cuenta que tiene otra plataforma llamada CreateSpace donde es posible publicar los libros en papel.
Y así, mi esposo logró publicar sus libros en Amazon. Te podrás imaginar lo feliz que estábamos.
Mientras él seguía aprendiendo de autopublicación, marketing digital y cómo darse a conocer en las plataformas Online; yo iba aprendiendo a manejar mis síntomas y ser más independiente con las técnicas que por años había usado con mis clientes.
Reorganicé mi casa para poder hacer los quehaceres con un mínimo de gasto energético. Cada tarea lograda para mí era la gloria y lo celebraba al máximo. Sentía que poco a poco conseguía mi independencia.
Pero no solo eso, sino que comencé a escribir. Al principio solo lo hacía como un método de investigación y como diario.
Anotaba todo; lo que comía, cuantas horas dormía, las tareas que hacía y cómo me sentía luego de cada actividad realizada. Esto me sirvió para monitorear mi cuerpo y emociones y así evitar aquellas cosas que disparaban mis síntomas.
Página a página ese diario se convirtió en un poemario. Sin darme cuenta había escrito un libro completo de poemas. Algunos muy personales y otros sobre situaciones imaginarias.
Escribir se había convertido en mi terapia y pasión –aunque desde chica escribía alguna que otra historia nunca lo consideré como profesión, ya sabes por el dicho que dice “todos los artistas se mueren de hambre”–.
Se lo compartí a mi esposo y como todo un fan, me motivó a publicarlo. Su entusiasmo fue contagioso, con su ayuda publiqué mi primer libro Desnudando el Alma por Vez Primera.